La reconstrucción de la economía de un país con base en lo que produce en materia de alimentos como el arroz y la fruta, encuentra en Vietnam uno de los ejemplos contemporáneos más poderosos.
Vietnam es uno de los países con mayor crecimiento del PIB en el 2018. Inversores chinos, japoneses y alemanes voltean a ver al país asiático como su centro de operaciones. Un país con una altísima densidad de población que hoy es el segundo exportador de arroz a nivel mundial y uno de los principales exportadores de frutas al mundo.
Cuando se piensa en Vietnam, invariablemente vienen a la mente imágenes de las protestas contra la guerra anticomunista por parte del gobierno de Estados Unidos. Antes de lidiar con los soldados estadounidenses, los vietnamitas acababan de luchar por su independencia de Francia. Aún antes de luchar con los franceses, tuvieron que luchar contra los conquistadores chinos. Tantas invasiones no son coincidencia: su privilegiada localización junto al mar lo convierte en un puerto de salida de mercancías. Ante todas estas invasiones, los vietnamitas responden con la participación y levantamiento de armas no solamente del ejército, sino de la sociedad civil, acostumbrada a resistir.
Desde 1986, el gobierno comunista se reintegra a la economía global en la reapertura del mercado. La agricultura y la alimentación han sido dos de los pilares más fuertes de su economía. Incluso, realizan intercambios con diferentes países para mostrar las técnicas de cultivo de diferentes alimentos. Sin embargo, entender la economía de un país sin un contexto sociocultural nos deja muchas interrogantes acerca de cómo con un pasado tan turbulento es hoy una de las economías de mayor crecimiento en el mundo.
En inicio, la agricultura y la alimentación forman una parte importantísima de la vida social, religiosa y cultural del vietnamita. Las constantes invasiones extranjeras se reflejan en el crisol de comida y arquitectura que da una mezcla entre lo oriental y lo europeo. La producción de alimentos representa una actividad económica, pero también una actividad con significados orientados hacia el budismo.
El budismo, la religión mayoritaria, inculca una filosofía de vida en la que la responsabilidad de las cosas que suceden en la vida es consecuencia de los actos propios. De esta forma, ante dificultades como la guerra, el vietnamita no se victimiza, puesto que lo considera una consecuencia de actos de ésta o de la vida pasada. Se logró entender que el restablecimiento de las relaciones con sus antiguos invasores era esencial para el empuje del crecimiento económico. A nivel individual, los vietnamitas mayores recuerdan aún los estragos de la guerra, pero entienden que, aunque no se olvide, el avance de la gente depende de la ausencia de rencores, nuevamente, influencia del pensamiento budista en la forma de entender la geopolítica.
El conjunto de este pensamiento, con el lugar central que ocupa la alimentación en esta cultura, aunado a las condiciones geográficas y climáticas, hicieron que la agricultura fuera una de las grandes actividades económicas de este pueblo.
Se prevé que en el siguiente año, el crecimiento económico acelerado de Vietnam continúe. Algunos ciudadanos ven con recelo las inversiones extranjeras y consideran que el principal enemigo de la independencia del país es ahora el gigante asiático China. Mi guía vietnamita decía “estadounidenses son amigos, de los que hay que desconfiar es de los chinos. Pero ahí estaremos, de pie para lo que se ofrezca”. Esta frase resume el espíritu resiliente que los caracteriza. Así, de las grandes crisis, siempre nacen grandes oportunidades de crecimiento.
Fuente. ElEconomista https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Despues-de-guerra-el-arroz-y-las-frutas-20181204-0046.html