domingo 24 noviembre 2024

El complejo uso y medición de los recursos hídricos

Los recursos hídricos en tierras chilenas, la cuantificación del uso de aguas residuales y de drenaje en la agricultura es un aspecto complejo de medir.

De acuerdo a información entregada en la web de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en su sección de estudios por región Aquastat, «durante las últimas tres décadas, la presión sobre los recursos hídricos de Chile se ha intensificado considerablemente, producto de la estrategia de desarrollo que ha adoptado el país».

Esta estrategia -asegura la FAO- se basa fuertemente en la promoción de las exportaciones de materia prima como el cobre, las frutas, la madera y su pulpa, el salmón y el vino, todas ellas grandes demandantes de agua en su proceso productivo, y que además gran parte de ellas son producidas en las cuencas fluviales más pobres del país. Esta tendencia continuará en el corto a mediano plazo sin mayores variaciones y con un factor añadido relacionado con la calidad de las aguas, cada vez más deficitaria en algunas cuencas del país, además de los efectos del cambio climático que se proyectan más intensos en la zona centro norte del país». (Banco Mundial)

Recursos hídricos superficiales y subterráneos

Chile presenta a lo largo de su superficie 101 cuencas y 467 subcuencas fluviales, relativamente pequeñas, y con fuertes pendientes dadas por la Cordillera de Los Andes, lo que determina que gran parte de los recursos hídricos llegue rápidamente al Océano Pacífico.

De acuerdo a información entregada en la web de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en su sección de estudios por región Aquastat, «tanto en las zonas cordilleranas, como en la zona Sur y Extremo Sur, las precipitaciones se acumulan en forma de nieve, lo que permite una regulación anual, en función de los deshielos. La precipitación media anual alcanza los 1 522 mm lo que supone un volumen anual de 1 151 km3 en todo su territorio. De este volumen total, 885 km3 se convierten en escorrentía y 266 km3 vuelven a la atmósfera, bien como evaporación directa de los lagos, lagunas naturales y embalses o evapotranspiración.

Las entradas de aguas procedentes de otros países se estiman en alrededor de 38 km3/año, que da un total de 923 km3/año. Las características morfológicas y geológicas del país hacen que el potencial hidrogeológico no sea muy elevado, por lo que hasta el momento su aprovechamiento y los estudios realizados son mucho más limitados que en el caso de los recursos hídricos superficiales. Se considera que la superposición entre aguas superficiales y subterráneas es igual a los recursos hídricos subterráneos.

Asuntos internacionales relativos al agua

Chile comparte recursos hídricos en el extremo norte, con Argentina, Perú y el Estado Plurinacional de Bolivia y en la zona sur, con Argentina. Entre estas dos zonas, la Cordillera de Los Andes sirve como límite entre Chile y Argentina y también como divisoria entre las principales cuencas hidrográficas de ambos países. En la zona Norte, debido a las escasas precipitaciones, los caudales de entrada y salida son muy bajos y se estiman en unos 0.06 y 0.25 km3/año respectivamente. En el Sur, donde existe un gran número de cuencas compartidas de ríos y lagos, el aporte de entrada alcanza 38 km3/año y el de salida 3.15 km3/año.

Entre Chile y Argentina, el marco específico que rige para el uso y preservación de las aguas que comparten es el Protocolo Específico Adicional sobre Recursos Hídricos Compartidos de 1991, suscrito en el marco del Tratado sobre Medio Ambiente del mismo año. Dicho Protocolo contempla la finalidad de establecer de común acuerdo Planes Generales de Utilización de los Recursos Hídricos Compartidos y “concepto de manejo integral de las cuencas hidrográficas”, aparte del compromiso de no “causar perjuicios a los recursos hídricos compartidos, a la cuenca común o al medio ambiente”.

Como antecedente jurídico de estos instrumentos, el Tratado de Paz y Amistad de 1984 contemplaba la creación de una Comisión Binacional de Integración Física y Cooperación Económica, encargada de promover y desarrollar iniciativas, incluyendo la protección del medio ambiente.

Asimismo, en la década de los 70, se negociaba entre ambos países un acuerdo denominado Convención sobre Recursos Hidrológicos. En su preparación, se suscribió en 1971 el Acta de Santiago, que señalaba la decisión de las Partes de “concertar una Convención que reglamente en forma plena y detallada la utilización de los recursos hidrológicos de las cuencas chileno-argentinas”. Esta acta no llegó a constituirse en un marco jurídico vinculante, pero fue mencionada en la parte considerativa del Protocolo sobre Recursos Hídricos Compartidos como un antecedente.

Con Perú y el Estado Plurinacional de Bolivia no existen acuerdos bilaterales sobre esta materia.

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